En un ataúd de carne, huesos y fluidos, en penumbras total rodeadas de morbosidad y malos deseos, pensamientos que se abren a las posibilidades de los alcances de tu cuerpo y bienes, extiendo mi mano y lo veo un poco más lejos, no entiendo, siento el viendo desde mi espalda hasta mi pecho, rodeándome, como si algún gigante estuviera soplando detrás de mí, aun así no puedo darme vuelta sigo en esa dirección, no lo puedo tocar, esa blanquezca espesa es lo que me he podido llevar, expulsado de la felicidad por mi propia naturaleza, aunque lejos siempre he estado, un día regresaría a ella, como cualquier lobo que ataca, no puede ser domesticado del todo, no me acostumbro a la penumbra, ni al olor de la sangre putrefacta.
Mis ojos se agudizan y más despierta el animal que tengo dentro, el mundo no se prepara para mi llegada, porque todos han pisado en mi camino, yo me resistía, aun estado marcado no me gusta, nada dentro de este cuerpo me gusta, entonces termine aquí, alejándome de lo hermoso, destrozar un corazón, es matarse uno mismo, destrozar una sonrisa, es lanzarse al vacío, quedas más vació dentro y creas un monstruo peor que tú, no hay una forma humana para aguantar esto que me consume por segundo, no hay una forma en la tierra que no pueda dejar salir mediante las puertas del arma el sentimiento más sublime por un caso parecido, la pasión más impostora fue la causa, la búsqueda implacable de lo que hacía falta, entonces…