Me siento triste y tenía años de no sentirlo, porque antes era feliz, y ahora no. Las mañanas eran hermosas, no importaba si llovía o hacia sol, si era lunes o domingo, eran hermosas, no importaba si había olor a café recién hecho, no porque no me guste el café, sino porque las mañanas tenían otro olor para mí, un olor que me hacía feliz. La lluvia era mi aliada, de día o de noche, la lluvia significaba de quedarse en casa, significaba estar tranquilo y ser feliz.
Cualquier comida era deliciosa, y no necesariamente por el plato fuerte, sino por el acompañamiento. Desayuno, almuerzo y cena, deliciosas y me hacían feliz.
Me gusta el deporte como a muchos, me gusta verlo, escucharlo, y practicarlo, casi cualquier deporte me entretiene, pero ningún deporte me hizo nunca tan feliz como lo que perdí.
Me gustaba la música, el sol, los parques, las clases, el trabajo, me gustaba caminar y no pensar en nada, cosas cotidianas como manejar, ver las noticias y cocinar no eran cotidianas, eran más que eso porque era feliz. Ahora lo perdí todo, ahora estoy triste, y estar triste es más que sentirse triste, o que serlo o que pensar serlo, estar triste es perderlo todo