Desnudos en una pradera, sintiendo la brisa del viento acariciando nuestros cuerpos, el crepúsculo ya en su último aliento del día… Besándonos, amándonos, compartiendo nuestros cuerpos, solos tú y yo… Escuchando el sonido de un riachuelo que pasa por algún lugar de la pradera… Y perdiéndonos en nuestras miradas, surcando nuestros cuerpos intensamente, armoniosamente, fundiendo nuestras almas en una sola, sin miedos, sin temores, sólo nuestro amor, sólo nuestros cuerpos, sólo nuestras miradas, y el deseo intenso de hacernos el amor, de llegar al éxtasis de la vida en un beso, en una caricia, haciéndonos el uno al otro.
Recorres con tus manos mi cuerpo, mis labios, mis pechos, mi dorso, y sientes con tus dedos lo que emana de mi cuerpo, a la vez que nos besamos, y acaricio tu virilidad, tu masculinidad, esa parte que tanto me excita y que también amo de ti. El deseo de ser tuya recorre mi cuerpo, me embriaga, te siento dentro de mi ahora… Y sólo puedo dejarme llevar por este sentimiento, por este deseo tan intenso de amarte y de que me ames, es más grande que nosotros, ah, ah, ah… Un hálito sale de mi alma susurrándote al oído te amo, te deseo, márcame con tus caricias, lléname de ese amor que desborda por tu piel, que sale de lo más profundo de tu alma, y sacia esta sed de ti, penetra hasta lo más profundo de mi ser, es un deseo ferviente de quererte, de tenerte, de que seas mío, solos tú y yo y nuestro amor… Nuestros cuerpos y nuestra pasión.