El ganador dice: “Vamos a ver.”
El perdedor dice: “Nadie sabe.”
Cuando el ganador comete un error, dice: “Estoy errado, me equivoqué.”
Cuando el perdedor comete un error, dice: “La culpa no fue mía.”
El ganador cree en la buena suerte,
incluso cuando no fue buena.
Es optimista.
El perdedor lamenta su “mala suerte”, aun cuando no siempre
haya sido tan mala.
El ganador sabe cómo y cuándo decir “sí” y “no”.
El perdedor dice “sí, pero” y “tal vez no”, en mal momento y con
malas razones.
El ganador trabaja más que el perdedor, y tiene más tiempo.
El perdedor está siempre “muy ocupado” para hacer aquello que
es necesario.
El ganador enfrenta el problema.
El perdedor rodea el problema.
El ganador asume compromisos.
El perdedor hace promesas.
El ganador se queda triste cuando no puede hacer más.
El perdedor pide “disculpas”,
pero hace lo mismo en la próxima
ocasión.
El ganador sabe el porqué de su esfuerzo y de su lucha, y cuando asumir compromisos.
El perdedor se compromete cuando no debe, y lucha por aquello
que no le conviene.
El ganador dice: “Estoy bien, pero no tanto como debería estar.”
El perdedor dice: “Hay mucha gente peor que yo.”
El ganador escucha.
El perdedor casi no espera su
turno para hablar.
El ganador prefiere ser admirado a ser amado pero logra ambas cosas.
El perdedor prefiere ser amado a ser admirado.
El ganador se siente lo bastante
fuerte como para ser gentil.
El perdedor no se muestra amable con los demás, sino débil y, con frecuencia se muestra cansado.
El ganador respeta a sus superiores, y procura aprender algo de ellos.
El perdedor guarda rencor y acumula resentimientos contra
los superiores y hasta monta intrigas contra ellos.
El ganador da explicaciones.
El perdedor busca justificarse.
El ganador se siente responsable
de llegar siempre a más.
El perdedor dice: “Solamente trabajo aquí.”
El ganador dice: “Debe haber una manera mejor de hacer esto.”
El perdedor dice: “Esto siempre se ha hecho así”.
El ganador sabe controlarse.
El perdedor sólo tiene dos velocidades: una histérica y la otra letárgica.
Dr. Whitt N. Schultz
Reflexiones motivadoras