Ausencia y de pronto, la nada, instantes de una eternidad no deseada. Memoria sin recuerdo, presente en la añoranza, estar y no saberlo. Volar de una historia con rostros, sonidos, voces, lugares sentimientos al yermo desierto de una gélida ausencia presente. Vislumbrar sólo nostalgia, caricias que no siento, dulces palabras que no traspasan este mar en el que estoy sumergida, perfumes y aromas que la brisa del vacío se lleva. Suplica silenciosa para que me retengan. Añorar que los brazos formen un tibio nido al cual volver de este helado vuelo. Que la mano sobre la frente suavemente traiga mi alma y mis recuerdos dentro de mí. Que el beso susurrante de un ¡te quiero! ¡no me dejes! Me den la fuerza para no seguir este viaje.
Con la fuerza del querer, desgarro las blancas paredes que me encierran buscando señales, vestigios del pasado y sólo aparecen nuevas paredes tan blancas. Es como morir y seguir latiendo. Haber viajado involuntariamente sin destino, sin bitácora que me muestre el camino recorrido, querer volver de aquel lugar al que nunca fui. Cansinamente las desgarradas paredes permiten el paso de un imperceptible arco iris que se acerca cargado de la vida. Y… Aquí estoy otra vez pero ya no soy la misma.